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lunes, 2 de abril de 2012

Wittgenstein: El estatuto de las certezas en el juego lingüístico del saber

            Wittgenstein fue uno de los filósofos más representativos del siglo XX gracias a su particular aportación al discurso post-metafísico. Su preocupación en el ámbito de la investigación estuvo siempre relacionada con el lenguaje y con el problema de cómo superar las limitaciones del método. Además, a este pensador, se le ha de entender inmerso en el cambio de paradigma que supone el giro pragmático, donde el lenguaje deja de ser un mero medio a través del cual expresar las teorías, para ponerse en el centro mismo de la investigación filosófica. Su discurso supone una ruptura rotunda; Wittgenstein quiere socavar definitivamente el discurso metafísico. Esta ruptura que en su caso se da en dos ocasiones: Tractatus e Investigaciones desmitifica aquella filosofía trascendental, que desde la Modernidad trata de dar cuenta de una totalidad de sentido, poniendo al ser humano en un lugar excéntrico a su propia existencia, enajenándolo del medio que le es propio e intentando situarlo en una especie de plano divino donde poder observar el mundo desde un pretendido ojo imparcial. La filosofía de Wittgenstein, podríamos entenderla tal vez como un giro anti-copernicano, en el sentido de que retira al individuo del trono divino desde el que contempla desinteresadamente la realidad y lo pone en el centro de sus observaciones, inmiscuido entre las demás cosas, interesado por lo que hay a su alrededor. 

            Ahora bien, habrá que ver en qué sentido lo hace. En su primera etapa, Wittgenstein, pretende encontrar la estructura lógica del lenguaje para traer la investigación filosófica a un medio realmente susceptible de ser constatado por el sujeto y alejado de las confusiones de un lenguaje metafísico que no remiten a nada que sea realmente decible en una situación fáctica. Quiere aniquilar las vaporosas proposiciones de la metafísica, apelando a que no tienen ningún sentido no apuntan a nada que esté en el mundo. Las proposiciones metafísicas son tan sólo el humo de una ilusión que va más allá de los límites de nuestra percepción y, por consiguiente, no se agarran a nada que tenga solidez. Wittgenstein piensa que, en oposición a las proposiciones metafísicas, tiene que haber proposiciones con sentido, que apunten efectivamente a la facticidad del mundo. De ser así, tiene que poderse encontrar la estructura lógico-lingüística del mundo, tarea que desarrollará extensamente en su Tratatus Logico-philosophicus. No obstante, al intentar encontrar la estructura lógica del lenguaje, Wittgenstein no advierte que en esa pretensión se halla la pretensión metafísica de descifrar la verdadera esencia del mundo, ahora traducida a términos de lenguaje. En esta primera época, Wittgenstein no se da cuenta de que al poner al lenguaje como principio lógico del mundo, lo está separando al mismo tiempo del mundo. En otras palabras: aquello que es la estructura explicativa de algo, se diferencia de ese algo que intenta explicar, está en un lugar ontológico distinto… precisamente en ese no-lugar que Wittgenstein quería eludir a través de sus proposiciones con sentido. Pero el problema es que no hay un sentido último de significación. Incluso la definición ostensiva puede ser susceptible de distinta interpretación. Esto es lo que advertirá el Wittgenstein de las Investigaciones Filosóficas



            Si intentamos encontrar una lógica común, lo que hacemos es convertir el lenguaje en un objeto (que remite a una realidad en sí), pero Wittgenstein no quiere esto. Se trata de concebir el lenguaje como la única realidad que hay, entonces, no puede ser un objeto del pensamiento. El lenguaje, para dejar de ser metafísico, tiene que abandonar la estructura sujeto-objeto. El lenguaje no puede pertenecer al sujeto en tanto que objeto porque no es una cosa, es un empleo. El lenguaje se emplea en la interacción de dos o más sujetos y no en la acción unívoca de un sujeto hacia su objeto en el acto de nombrar. La realidad es algo así como una red lingüística arrojada entre los sujetos que la usan y por ese motivo nadie posee un acceso epistemológico privilegiado con respecto al lenguaje. En este giro lingüístico desaparecen los objetos, puesto que el lenguaje sólo tiene sentido cuando varios sujetos se comunican en un juego de lenguaje conforme a su forma de vida. Esta nueva concepción del lenguaje debe abandonar la pretensión abarcadora de una lógica común, porque reside en que el uso es algo que se produce de manera totalmente indiscernible del contexto en el que tiene sentido que se produzca. Un lenguaje lógico no tiene sentido porque no remite a ninguna situación particular, sino que intenta subsumir el hecho particular a una idea más general. Pero esa generalización, de hecho, no existe, es tan sólo una abstracción metafísica. Para poder describir el juego de lenguaje, Wittgenstein no puede hacerlo desde el lugar de un espectador, sino en el mismo terreno de juego. Para conocer las reglas incluso para advertir meramente que las hay es imprescindible ponerse a jugar. 

            Nadie da por sentado que haya reglas, es algo que se aprende para poder vivir. En la vida es indispensable la acción y la acción ha de estar canalizada por un sentido establecido en un juego de lenguaje. No hay nada que sea absoluto. Tanto las reglas, como los juegos son susceptibles de cambios, es más, en tanto que juegos, ya están cambiando constantemente; las “tiradas” nunca son las mismas. Pero por este motivo, hay algo que si debe tomarse como si fuera absoluto para que el juego pueda funcionar: las certezas. Las certezas son el fondo (o, quizá más bien el trasfondo) sobre el cual se establecen las reglas de juego. Actúan como absoluto para que en su seno se pueda dar la relatividad que constituye al juego. Si no hubiese algo seguro, si estuviésemos en una precariedad absoluta, entonces no se podría jugar. Para poder tirar los dados, necesito tener la seguridad de que van a caer sobre un suelo firme, necesito tener la seguridad de que no va a suceder algo radicalmente imprevisible. Las certezas son esa confianza conforme a la cual puedo calcular mis estrategias de juego conforme a unas reglas.

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