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martes, 29 de noviembre de 2016

Jacques el fatalista y su amo [Reseña]

Jacques el fatalista y su amo es una novela filosófica escrita en clave de humor donde el autor nos invita a reflexionar sobre el destino y la libertad. Un viaje misterioso, lleno de aventuras y riesgos que afrontar, donde dos personalidades totalmente opuestas emprenden una alocada conversación sobre el amor, mediante la que disciernen los enigmas de la vida humana.

¿De dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos ?, ¿Cada paso de nuestra vida, por ridículo y absurdo que parezca, nos conduce inevitablemente a lo que estaba escrito en las alturas?, ¿O por el contrario, los obstáculos de nuestra existencia sólo se pueden explicar en virtud de la casualidad, la suerte o la desgracia? ¿Caer de culo en público, o tener la desventura de recibir un disparo en la rodilla, puede desembocar en una bonita historia de amor? ¿O ser sólo un pretexto para la burla o la cojera?

Irónico, reflexivo e ingenioso, Denis Diderot nos sugiere, por medio de esta divertida historia, la siguiente pregunta filosófica: ¿Quién es el verdadero amo de su existencia? Para saberlo, tendremos que montar a caballo con los personajes, teniendo cuidado de no ser atrapados por ninguna bala, pero, eso sí, afrontando los peligros con valentía.

domingo, 12 de agosto de 2012

Groucho, que grande

"Yo no entiendo mucho de economía, pero sé que cuando los neoyorkinos alimentan a las palomas de Central Park la cosa va bien, pero cuando son las palomas de Central Park las que alimentan a los neoyorkinos hay que empezar a preocuparse" Groucho Marx.

viernes, 10 de agosto de 2012

¿Qué significa ser culto?

«Ser un hombre culto y formado es manifiestamente cultivar una forma especial de distancia. Hegel se preguntó en una ocasión qué es propiamente un hombre culto y formado. El hombre culto es aquel que está dispuesto a conceder vigencia a los pensamientos de otra persona. Y confieso que se encuentra aquí una notable descripción del hombre inculto: así sucede cuando se ve que alguien defiende con seguridad dictatorial, en todas las aplicaciones y situaciones posibles, un saber cualquiera que él ha atrapado al azar. Eso es típico de una persona inculta y no formada. Por el contrario, el saber dejar algo en lo indeciso, eso es la esencia de quien sabe plantear cuestiones. Aquel que no está en condiciones de confesar que hay cosas que desconoce y que, por tanto, no sabe dejar en suspenso ciertas decisiones, a fin de hallar su acertada respuesta, ése jamás corresponderá realmente a lo que suele llamarse un hombre culto. La persona culta y formada no es la que posee un saber superior, sino únicamente aquella que —estoy citando a Sócrates— no ha olvidado su saber de que hay cosas que no sabe». Conferencia ¿Qué es hoy en día la formación general? H-G. Gadamer

jueves, 19 de julio de 2012

Idioterne


Un grupo de individuos presumiblemente de clase acomodada, deciden vivir juntos en una casa de campo para poder dedicarse todo el tiempo a hacer, literalmente, el idiota. Karen, la última en entrar al grupo, es una mujer de moral intachable que observa la conducta de sus compañeros con sorpresa y perplejidad. Ella quiere descubrir porque hacen el idiota, pero sólo lo podrá saber cuando ella misma se encuentre viviendo esa liberadora y excepcional experiencia.

El espectador se pregunta lo mismo que Karen, ¿por qué lo hacen? Pero esta pregunta no puede responderse sin más. Quizá debemos preguntarnos, en primer lugar, porque nos resulta tan extraño que unos individuos se comporten voluntariamente como idiotas. Cuando observamos la conducta de los personajes nos damos cuenta de que aquellos comportamientos son totalmente opuestos a los comportamientos sociales aceptados. Asimismo, aquellos comportamientos, lejos de ser ajenos a nuestra existencia, son formas de ser que tenemos muy presentes: constituyen el modelo de una conducta indeseable en sociedad, y por lo tanto, es un modelo que tenemos en consideración, no para seguirlo, naturalmente, sino a la inversa: es la pauta de conducta de lo que no se debe hacer. Para comprender qué es un idiota lo que uno tiene que hacer es entender lo que no quiere ser. Con esta aproximación llegamos a la siguiente paradoja: los personajes hacen el idiota para ser algo que, normalmente, no deberían querer ser.

Foucault en su planteamiento filosófico, apunta a que, en realidad, la razón y el delirio no son cosas que necesariamente se deban excluir mutuamente. De hecho, en la Antigua Grecia, sophrosyne (sensatez) e hybris (desmesura) no estaban separadas, sino que eran dos caras de la misma moneda. Que en esta sociedad se conciban como cosas contrarias, responde a que cierta disciplina, en un momento de la historia, estudió la verdad del delirio, para poder definir como contrapartida, la verdad del hombre normal y, de este modo, la razón y la sinrazón quedaron segregadas. La normalidad, pues, lejos de tener una esencia propia, es un concepto que se define en relación a su alteridad, es decir, en relación a lo que no es normal. Como dice Dostoievski, no es cerrando a su vecino como uno se convence de la propia sensatez. Si el convencimiento de que somos normales es tan frágil como eso, parece que debe ser porque la anormalidad, la desmesura, el delirio o la idiotez no son cosas totalmente ajenas a las personas, sino que de alguna manera pertenecen al dominio de su existencia.

En la película se sugiere que todos llevamos un idiota interior, pero entonces, ¿por qué no somos capaces de liberarnos y poder hacer el idiota sin problemas? Parece que tenemos miedo de que se nos juzgue o, incluso, que se nos tache de irrespetuosos con las personas "verdaderamente" discapacitadas. Detrás de este miedo se esconde la sumisión a una moral establecida. Los protagonistas se comportan así como modo de rebelión contra una moral burguesa que los oprime y no les deja ser libres. Se cuestionan los pilares básicos de vida en sociedad, el juego de simulación que cada uno de nosotros practicamos incluso en la intimidad, para que a la hora de actuar todo salga bajo los cánones de la normalidad y nadie nos tome por locos. Se pone en cuestión esta máscara que constituye a las personas que conviven en sociedad y el teatro que se representa en cada uno de los roles sociales. La crítica radica en que estamos en una cultura en la que se nos socializa bajo una serie de parámetros desde la infancia: el sentido de la responsabilidad, la autoridad, las prohibiciones, la manera correcta de expresarse, o incluso de moverse; adquirimos una determinada manera de concebir ciertas ideas abstractas como el amor, la justicia... desde pequeños nos introducen todas las pautas básicas de la normalidad, se nos acostumbra a seguir las normas. Es muy difícil escapar a esto porque, como dice Foucault, los jueces de la normalidad están presentes por todas partes, en la figura de la autoridad, pero también, incluso en las personas más cercanas (los compañeros, la pareja, los padres, etc.). En nuestras vidas es muy difícil encontrar un hueco para dar cabida a la libertad.

Por ello, estos individuos se construyen su propio espacio de libertad, para poder expresarse sin tabúes ni restricciones de ningún tipo. Un espacio para la creatividad interior, donde despertar al niño que llevamos dentro, un espacio para, como diría Nietzsche, jugar con la misma seriedad con que jugábamos cuando éramos niños pequeños y aún no habíamos interiorizado las normas. Un espacio en el que los individuos retroceden un paso en la adquisición del entramado conceptual que pertenece al orden de lo normativo, para jugar, para exteriorizar los sentimientos de una manera absolutamente intuitiva, anárquicamente, sin teorías, sin conceptos, sin palabras, sintiendo la vida, dejándola aflorar y sintiéndose uno mismo sin ninguna relación con la alteridad, con ninguna cosa que no proceda de sí mismo.

Von Trier entiende que esta experiencia, al tener que prescindir de cualquier teoría, debe surgir como un acontecimiento y no como la revelación de una idea. Hacer el idiota, en este filme, es fruto de la suspensión de la ética, pero también de la suspensión de la teoría en general, es una verdadera epojé, un estado donde el "yo" debe quedar en suspensión. Por eso los actores que hacen el idiota lo hacen de manera totalmente espontánea. El rodaje se da mientras los actores están experimentando este juego consigo mismos, por ello la experiencia se revela tan auténtica.

La película cobra mucho realismo porque es un falso documental, donde cada uno de los personajes cuenta su percepción del grupo como si se tratara de la vida real. Como espectadores no disponemos de una línea argumental única, sino de una multiplicidad de discursos que tenemos que reconstruir para conformar la historia en una totalidad armónica con sus partes (y no para encontrar el sentido último). Asimismo, von Trier también utiliza otras estrategias de realismo, como los desnudos o el sexo explícito, pero quizás, lo más sorprendente es que, en un momento de la película, aparecen un grupo de discapacitados que, al parecer, pasaron por allí en el momento del rodaje por casualidad. Von Trier salió adelante con el rodaje, probablemente para mostrar que, en realidad, lo que hacían los actores no es en absoluto una falta de respeto. Más bien, quizás nos hemos de plantear que la falta de respeto es de quienes piensan que actuar de una manera anormal no es correcto ni deseable, son los que se erigen en nombre de la normalidad, los que están faltando al respeto a aquellos que no pueden ser normales.

Es tras esta vuelta de tuerca como Trier nos muestra la inocencia y autenticidad que hay en el comportamiento de los personajes. Von Trier parece decirnos, que en vez de juzgar a los extraños, los diferentes, los anormales, lo que deberíamos hacer es volver la mirada hacia nosotros mismos. La película, es una referencia hacia el espectador, aunque, como siempre en el cine de Trier, el sentido se nos ofrece de manera negativa. A través de los personajes vemos lo que somos nosotros, nuestros prejuicios, nuestra moral, la máscara que es nuestro yo. Nos damos cuenta, además, que en la normalidad radica la mayor de las idioteces y actos irracionales. Nuestro mundo, el de la normalidad, el de lo políticamente correcto, es a su vez un mundo de barbarie... eso si, camuflado tras el rostro de la hipocresía. Esta película nos pone de relieve la perversión humana por la que se rechaza la realidad por resultar irracional, cuando lo más irracional es no aceptar lo que somos. La película muestra cómo unos individuos rompen o intentan romper con toda la artificialidad del mundo tal y como siempre les ha sido presentado. Se dedican a hacer el idiota, algo que de todos modos habrían hecho en sus vidas si nunca hubieran empezado esta aventura. Pero con una diferencia, mientras que en sus vidas en la normalidad hacer el idiota consistiría en estar simulando ser normales, lo cual no es sólo una idiotez, sino también una trivialidad, en su experiencia han encontrado un sentido a hacer el idiota que llena su vida. ¿La causa? Hacerlo por propia voluntad y autoafirmación, y no en virtud de ninguna exigencia ni imposición.

viernes, 29 de junio de 2012

¿Qué es la Filosofía?

«Nadie por ser joven dude en filosofar ni por ser viejo de filosofar se hastíe. Pues nadie es joven o viejo para la salud del alma. El que dice que aún no es edad de filosofar o que la edad ya pasó es como el que dice que aún no ha llegado o que ya pasó el momento oportuno para la felicidad. De modo que deben filosofar tanto el joven como el viejo. Éste para que, aunque viejo, rejuvenezca en bienes por el recuerdo gozoso del pasado, aquél para que sea joven y viejo a un tiempo por su impavidez ante el futuro. Necesario es, pues, meditar lo que procura la felicidad, si cuando está presente todo lo tenemos y, cuando nos falta, todo lo hacemos por poseerla.»

Epicuro, Carta a Meneceo

Nadie puede responder a esta pregunta, pues la filosofía no es un saber. Nadie sabe de filosofía y, sin embargo, todo el mundo filosofa en mayor o en menor medida. Esto es debido a que la filosofía no tiene un territorio definido, como si lo tienen las ciencias. No se trata de un saber objetivo, localizado, por el contrario es el conocimiento más general que existe. La filosofía tiene que ver con la vida, con las experiencias personales, con la existencia. Por esta razón, como advierte Epicuro, nunca se es demasiado joven o demasiado viejo para filosofar, pues el pensamiento te acompaña mientras vives.

La filosofía es una manera de ordenar esos pensamientos, de darles forma, de orientarlos en la existencia. Hasta aquí puedo leer. Pues no puedo decir cómo se hace filosofía. No existe el maestro en filosofía. El filósofo es un maestro de los discursos, pero no de las experiencias. El filósofo puede ayudar a otros a aprender a pensar, pero no puede pensar por otros, no puede ahorrarles ese trabajo entregándoles un saber, en la medida en que no puede vivir su vida. La filosofía es una actividad que compete al individuo realizar.

«Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no sirve al Estado, ni a la Iglesia, que tienen otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer. Una filosofía que no entristece o no contraría a nadie no es una filosofía. Sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa. Sólo tiene un uso: denunciar la bajeza en todas sus formas. ¿Existe alguna disciplina, fuera de la de filosofía, que se proponga la crítica de todas las mixtificaciones, sea cual sea su origen y su fin?. Denunciar todas las ficciones sin las que las fuerzas reactivas no podrían prevalecer. Denunciar en la mixtificación esta mezcla de bajeza y estupidez que forma también la asombrosa complicidad de las victimas y de los autores. En fin, hacer del pensamiento algo agresivo, activo, afirmativo. Hacer hombres libres, es decir, hombres que no confunden los fines de la cultura con el provecho del Estado, la moral, y la religión. Combatir el resentimiento, la mala conciencia, que ocupan el lugar del pensamiento. Vencer lo negativo y sus falsos prestigios.¿quien, a excepción de la filosofía, se interesa por todo esto?. La filosofía como crítica nos dice lo más positivo de sí misma: empresa de desmitificación. Y, a este respecto, que nadie se atreva a proclamar el fracaso de la filosofía. Por muy grandes que sean la estupidez y la bajeza serían aún mayores si no subsistiera un poco de filosofía que, en cada época, les impide ir todo lo lejos que quisieran...pero ¿quién a excepción de la filosofía se lo prohíbe?»

Deleuze y Guattari, ¿Qué es la filosofía?

Es importante apuntar a la dimensión ética de la filosofía, pues nos ayuda a ser autónomos y críticos con la realidad que nos rodea. Nos enseña a dudar sobre nuestras creencias y nos libera de los prejuicios. El ejercicio de la filosofía nos hace más libres. Hay que comprender esta frase de Deleuze: "la filosofía sirve para entristecer", pero no porque la filosofía sea triste, lo triste es vivir conforme al dogma, lo triste es vivir como si se fuera sabio, siendo ignorante. La filosofía entristece porque nos hace conscientes de esa mentira. Pero a cambio nos enseña la manera de reconquistar ese vacío existencial, convirtiéndolo en un espacio de posibilidades, y sobre todo en un espacio nuestro, en el que desarrollar nuestra fuerza vital.

«La filosofía quiere salvar el infinito dándole consistencia: ella traza un plano de inmanencia que lleva al infinito los acontecimientos o conceptos consistentes bajo la acción de personajes conceptuales. La ciencia, al contrario, renuncia desde este punto de vista al infinito para ganar la referencia: ella traza un plano de coordenadas que define cada vez estado de cosas, de funciones o de proposiciones referenciales, bajo la acción de observadores parciales. El arte quiere crear lo finito que vuelve a dar lo infinito: traza un plano de composición que lleva a su turno los monumentos o sensanciones compuestas a lo infinito, bajo la acción de figuras estéticas.» 

Deleuze y Guattari, ¿Qué es la filosofía? 

La filosofía tiene también una dimensión creativa. Como no tiene límites, apunta hacia el infinito. Todo está por pensar en filosofía. No hay ningún punto de referencia fijo, trascendente. Y porque no lo tiene, puede buscarlo. Su horizonte está en permanente apertura. La filosofía está atrincherada entre la objetividad científica y el silencio místico. Podríamos definirla tal vez como un arte cuyo material son los conceptos.

Pero, aunque trabaje con conceptos, hay que tener claro que la filosofía no es necesariamente teórica y abstracta. Aunque apunta hacia conceptos generales o universales, tiene siempre una aplicación práctica y concreta. Podemos preguntarnos, por ejemplo, qué es la libertad, pero el discurso que generemos a propósito de esta pregunta tendrá siempre como punto de partida y como destino nuestra propia experiencia personal. La filosofía trata siempre de los temas más cercanos y a la vez más difusos, que no son otros que las inquietudes que todos tenemos frente al abismo de nuestra existencia.

«Hay momentos en la vida en los que la cuestión de saber si se puede pensar distinto de como se piensa y percibir distinto de como se ve es indispensable para seguir contemplando o reflexionando. Quizá se me diga que estos juegos con uno mismo deben quedar entre bastidores, y que, en el mejor de los casos, forman parte de estos trabajos de preparación que se desvanecen por sí solos cuando han logrado sus efectos. Pero ¿qué es la filosofía hoy -quiero decir la actividad filosófica- si no el trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo? ¿Y si no consiste en vez de legitimar lo que ya se sabe, en emprender el saber cómo y hasta dónde sería posible pensar distinto?»

Foucault, Historia de la sexualidad II


¿Y vosotros qué opinais?